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Desde que empieza a correr el agua, un baño de agua caliente resulta relajante.
Luego vienen los accesorios que ayudan a entrar en una tranquilidad profunda: una almohadilla para acomodar la cabeza, música de fondo, la luz de las velas...
La experiencia es además terapéutica, pues mejora el dolor muscular y el insomnio.
Ya las civilizaciones antiguas utilizaban los baños como método de relajación y belleza, no solo como práctica higiénica.
Hipócrates prescribía baños a sus pacientes, mientras que el ayurveda los recomienda para purificar cuerpo y espíritu.
No hay que olvidar los conocidos beneficios de las aguas termales, utilizadas desde hace siglos en todo el mundo.
Hoy hoteles y spas de lujo ofrecen un servicio de baño en la intimidad de la habitación o como parte de un tratamiento en el spa. Algunos hasta lo ofrecen en bañeras de cobre, para añadir los beneficios de este metal.
Los hay sensuales, relajantes, depurativos e hidratantes. Pero no es preciso usar leche de burra como Cleopatra ni hospedarse en un hotel o balneario para disfrutar de un buen baño.
Una bañera, agua caliente, sal, plantas y aceites permiten prepararlo sin salir de casa con algunas sencillas claves.
Añadir al agua un aceite vegetal con unas gotas de aceite esencial permite aprovechar tanto las propiedades hidratantes del uno como las específicas del otro.
Los aceites esenciales son muy potentes y algunos, como el de limón, pueden irritar la piel, de ahí que se recomiende diluirlos en un aceite vegetal.
Diez gotas de un aceite esencial, o una mezcla de varios, es suficiente para un baño. Se diluyen en un chorrito de aceite de almendra o ricino, y se añade a la bañera una vez se esté dentro, removiendo con las manos para que se mezcle con el agua.
Así se deja que los poros de la piel se abran con el agua caliente y que los aceites penetren más fácilmente.
No hay como añadir a la bañera unas flores de lavanda o manzanilla para un efecto más relajante. O unas hojas de albahaca en un baño templado para empezar el día con energía...
El baño brinda la oportunidad de aprovechar las propiedades de las plantas y las flores.
Relajarse en una bañera llena de agua caliente y cubierta de pétalos de rosa puede ser una maravillosa experiencia para los sentidos, pero no si después del baño hay que pasarse una hora retirando las flores de la bañera.
Mucho más práctico es poner las hierbas y flores elegidas en un trozo de gasa gruesa, hacer con la tela una bolsita, atándola con un cordón largo, y meterla en el agua caliente como si de una infusión se tratase.
En los baños pueden usarse tanto plantas frescas como secas, si bien estas resultan más prácticas, pues se guardan más tiempo.
Los baños de espuma son los que más se recuerdan de la infancia y han protagonizado infinitas escenas de películas.
Sin embargo, para crear espuma muchas veces se emplean jabones que resecan la piel y que consiguen formar espuma mediante agentes sintéticos, por lo que no son los más adecuados para la piel.
Si aun así se quiere disfrutar de un baño espumoso, lo mejor es elegir productos espumantes naturales, evitando los que llevan colorantes y perfumes sintéticos.
Estos últimos son, en realidad, innecesarios, pues para perfumar el baño también se pueden añadir aceites esenciales naturales.
Los baños de sales son ideales para aliviar dolores musculares, pues aportan minerales que relajan los músculos.
El sulfato de magnesio resulta especialmente eficaz pero otras sales gordas, sobre todo marinas, ejercen un efecto parecido.
Estos baños son beneficiosos tal cual, pero si se quiere dar un toque de fragancia al baño se puede añadir a las sales algún aceite esencial.
Aunque darse un baño pueda parecer un lujo innecesario, brinda un momento de intimidad en el que es posible organizar los pensamientos para comenzar la semana con buen pie.
Un baño sirve también para relajarse, para conciliar el sueño, poder trabajar con la mente despejada, o para aliviar dolores musculares. Además de resultar muy placentero.
Un baño de sal con esencia de lavanda es ideal para antes de irse a dormir, pues ayuda a conciliar el sueño. La sal mitiga el miedo y la lavanda propicia la relajación.
Para prepararlo solo necesitas un puñado de sal gorda marina y 6 gotas de esencia de lavanda.
De los pies a la cabeza
Manuel Núñez / Claudina Navarro
Dr. Eduardo Ortega e Isabel Gálvez
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