Equilibrio y belleza: un viaje a los murales y pinturas d...

2022-10-09 01:57:44 By : Mr. Thomas Peng

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A veces un sueño, otras un paseo, incluso una ventana. La pintura artística y los murales de Carol Moreno nos adentran en un nuevo mundo. Para algunos, el de la naturaleza y las cosas vivas, para otros, el de un espacio etéreo, perdido en el tiempo. La cuestión central es siempre la misma: mantener activa la sensibilidad del espectador, que apenas puede retirar la mirada de unas obras marcadas por la paz, el equilibrio, donde cada detalle cuenta. La armonía del trazo deja como resultado una pintura reconocible, increíblemente honesta, y que muchos ya admiran gracias a la profesionalidad de esta artista catalana cuyo objetivo es embellecer los espacios con el vuelo de un ave, la fuerza de una montaña, ríos repletos de contrastes.

Una fuerza pictórica que vemos en sus retratos, sus paisajes y que ya viste alguno de los espacios más glamurosos del Hotel Palace Barcelona, como es el caso del Salón Gran Vía, un techo pintado a mano que nos traslada literalmente al cielo con sus 250 m2. El interés de la artista por crear espacios únicos le ha permitido contar con una amplia agenda de interioristas, estudios de arquitecto y particulares que no dudan en llamarla cuando necesitan cuadros o murales como los suyos, donde la naturaleza juega a mostrarse sutil y directa.

Sala Gran vía, Hotel Palace Barcelona

Por su enorme currículum de colaboraciones ya han pasado algunos de los más excelentes profesionales y marcas como Lázaro Rosa Violán, Jaime Beriestain, la empresa de alta decoración textil Gastón y Daniela, Ernest Gonzales de BGB IDEA o Coordonne. Pero, ¿qué le inspira? ¿Dónde nacen las ideas de estas obras que nos evocan la nostalgia de un paraíso perdido, al mismo tiempo que nos obligan a mirar hacia el futuro? Nosotros preguntamos y Carol responde con la tranquilidad que sugiere su obra, unas composiciones llenas de matices que, después de tantos años de trabajo, ya caminan solas.

Tus murales y proyectos son pura evocación y paisaje. Una mirada que nos recuerda a la poesía y a la pintura japonesa. ¿Es esta una de las corrientes que más te inspiran? ¿Qué otros movimientos artísticos han influido en tu obra?

Sí, efectivamente. Esa influencia japonesa está en mis pinceladas, a veces de una manera más evidente y otras más sutil. También me interesan mucho otros movimientos como el romanticismo, el orientalismo o el periodo prerrafaelita, del que bebe toda esta temática onírica y poética de la naturaleza.

¿Cómo definirías tu estilo?

Realmente es una pintura en la que te apetece adentrarte, perderte y encontrar los recovecos tú mismo. No es solo lo que parece, también hay otros mensajes detrás, pero prefiero no condicionar al espectador y que cada uno interprete lo que quiera.

Winter Garden, Hotel Palace Barcelona

Son como ventanas a otro mundo

Exacto. Es algo que me sale de manera natural. Aunque no quiera, va hacia esa vía. Me gusta transmitir esa sensación de armonía, paz y equilibrio que te anima a adentrarte en la obra. Cuando pinto con esas sensaciones, con ese ritmo pausado, es como una meditación que trasciende, y yo creo que esa vibración la dejas impregnada en la obra. Esto me ayuda a crear una atmósfera que luego te envuelve y te lleva a otro mundo, un mundo bonito. Aunque también tiene su parte oscura, un cierto contraste, porque si todo es luz al final uno queda cegado. Por eso busco siempre el equilibrio.

Claro que cada mural es diferente. ¿Sobre qué técnicas y soportes trabajas?

He hecho de todo, pero al final, cada proyecto te lleva por un camino. Por ejemplo, al final un mural es una pintura que está hecha en un muro, pero hay diferencias. La chinoiserie, con la que he decorado paredes como la del Salón Cugat del Palace de Barcelona, es un tipo de pintura decorativa que, en ese caso, requiere de un fondo trabajado tipo papiro con una textura como tramada sobre la que luego pinto aves, flores y el resto de la composición. Pero también hago trampantojo, como el que cubre una de las paredes del Winter Garden. Mientras que en el mural puedes incluir cualquier cosa, el trampantojo intenta imitar la realidad. Eso me encanta, porque tienes que incluir elementos arquitectónicos que puedan existir, algo que te dé la sensación de que pueda estar ahí. Para mí la clave es que haya muchas diferencias de planos, que lo que haya detrás quede difuminado y perdido tanto en color como en pincelada y definición. Un contraste que es gradual, que va de atrás hacia delante y que te atrapa.

Con los murales quiero que el espectador descubra cosas. Para ello utilizo una amplia gama de matices y diferentes planos que te van adentrando en la obra de manera gradual

En tus obras se percibe el peso del pincel, la tranquilidad del trazo. Parece que es algo que llevas haciendo toda la vida. ¿Cuándo se hizo tangible el deseo de ser pintora?

Es mi vida desde que tengo memoria. Empecé a pintar muy joven, de manera autodidacta. Desde bien pequeña tenía claro que quería pintar, aunque también sabía lo difícil que es vivir del arte. Primero estudié marketing, que me permitió tener una visión más amplia del mercado, y en 2005 es cuando vino el replanteamiento, el click. De pronto me encajó todo y empecé a pintar de manera profesional. Fue ahí cuando me lancé al mundo de la decoración y el interiorismo.

Y no te debió de ir nada mal, ¿no? Has estado varios años en Casa Decor, has trabajado codo con codo interioristas como Lázaro Rosa- Violán o Jaime Beriestain...

Sí, al final, si uno tiene esa inquietud por el arte te saltas todas las barreras y cuestiones que te limitan. La decoración fue el principio de todo. Es un gustazo formar parte de ese mundo, ofrecer una alternativa con mis pinturas y ver que cada vez me contactan más interioristas y particulares. Además, es un sector que me da vía libre, me siento cómoda.

¿Recuerdas alguna colaboración que marcará un hito en tu carrera?

Hay muchísimos proyectos a los que les tengo especial cariño. Uno de ellos es el techo del Salón Gran Vía del Palace, por el esfuerzo y la recompensa de pintar semejantes dimensiones. Pero también estoy muy agradecida de haber trabajado con Toni Espuch, de Azultierra. Él me propuso hacer unas obras con un estilo más antiguo, tipo troquelado. Tuve que investigar mucho para ver cómo podía envejecer la materia. De esa colaboración surgieron una serie de técnicas, que todavía utilizo. Por ejemplo, primero se pinta la obra tal cual, luego la tienes que despintar, lijar, pasas barnices… Un largo proceso que me encanta ir descubriendo y probando hasta que termino de dominar la técnica.

¡Haces que la materia cobre vida!

Exacto. Está bien que rompa, que vibre. La perfección no existe, busco sentirme contenta con el resultado. Perfecta nunca va a estar, para mí tiene gracia que haya una zona desgastada, otra desdibujada, una más pintada… Esa diversidad le da riqueza y hace que la obra sea más bonita, más completa. En realidad, vivimos en un mundo lleno de contrastes preciosos. Cuando pintas, eres un observador profesional que debe estar atento a todo. Más que pintar observas.

Muchos detalles me salen solos desde bien pequeña. Ya entonces me fijaba en esas sutilezas. Es algo natural, los matices y las composiciones vienen después.

¿Qué es lo primero que haces antes de empezar una obra? ¿Dónde nace, digamos, toda la inspiración?

En el caso de los murales, además de una pared en blanco, me fijo mucho en qué tiene alrededor. ¿Qué hay? ¿Con qué dialoga? ¿Cuál es la atmósfera? ¿Qué archivo tengo yo de imágenes, qué tengo yo en mi memoria que me sugiera esto? Suelo partir de una serie de informaciones, de visiones y, sobre todo, de fotografías que he tomado en algún momento y que luego me sirven de inspiración. Lo que siempre me ayuda es tener a mano una hoja de papel. Ahí empieza todo. Me hago unas cuantas rallas de cómo situar los elementos principales o de por dónde quiero dirigir al espectador, después lo termino y, por último, lo paso a la pared.

¿En qué proyectos estás involucrada ahora mismo?

En abril estaré esponiendo en Madrid, justo en la galería Herraiz, con un total de entre 22 y 26 obras. Tengo varios encargos con particulares y empresas. También he cedido los derechos de algunas obras para que se puedan hacer reproducciones limitadas con una calidad muy buena. Estas láminas están repartidas ahora por todo el mundo, están en showrooms de decoración en Italia, París, Buenos Aires y en otras tiendas de España como Rue Vintage 74 o Caravasar . Están funcionando muy bien en Alfonz y bajo la colección de Manon Leblanc, una empresa canadiense que hace murales. 

¿Un sueño? ¿Una aspiración?

Me encantaría exponer fuera. Vender mucha más obra fuera de España. Esa sería mi gran ilusión.

Periodismo y cultura. En ese orden o viceversa. Me introduje de lleno en los estudios comparativos de Literatura, Arte y Pensamiento y el análisis de los procesos creativos. Todavía sobrevivo. Poesía, narrativa y arte contemporáneo. Ahora redactora en Objetivo Bienestar y Revista Interiores.

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