40 años de la trágica "pantanà" de Tous

2022-10-16 18:03:03 By : Mr. STEVEN MR GU

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"Creí que iba a morir, y también toda mi familia". Salvador Ferrer, de 81 años y natural de Alzira, recuerda que el 20 de Octubre de 1982 regentaba una tienda de carnes y fiambres. "El agua subió en mi calle hasta los seis metros antes de la media noche, vivíamos en un primer piso, faltó solo un escalón para que entrara en la vivienda, ya no teníamos dónde subir". Y añade que "se cortó la luz, las noticias eran confusas, solo oíamos a los vecinos gritar y llorar, aquello parecía el fin del mundo".

Ese 20 de Octubre de 1982 la presa de Tous, en la cuenca del rio Xúquer, comenzó a desmoronarse a las 18 horas. No fue una rotura, fue una paulatina descomposición causada por la enorme lámina de agua que había generado una gota fría desconocida hasta entonces. Los expertos calculan que horas antes se habían acumulado más de 2.000 hectómetros cúbicos cuenca arriba y un caudal de 9.000 metros cúbicos por segundo, con precipitaciones de más de 600 litros por metro cuadrado en pocas horas en puntos de las comarcas de La Ribera Alta, La Costera y la Ribera Baixa.

Vista general de uno de los barrios de Alzira inundados tras la pantanà de 1982

Esa misma tarde, en poblaciones como Alzira o Carcaixent, muchos vecinos colocaron tablones en las puertas de sus casas de planta baja creyendo que se iba a producir una nueva riada, como tantas sufridas por esta comarca a lo largo de la historia. El Xúquer, que los árabes definían como "el devastador", tenía la costumbre de desbordarse cada cierto de tiempo. Pero lo que iba a suceder horas después iba a ser algo extraordinario, a la vez que una enorme tragedia conocida popularmente como la "pantanà": provocaría cuarenta muertos, destrucción de dos comarcas enteras y la pérdida de su vivienda a más de 300.000 personas.

Efectos de la pantanà en una calle de Alzira. EFE/aa

Aún hoy en día, cuando los habitantes de estas poblaciones ven llover con fuerza, temen volver a vivir aquella pesadilla. Un suceso que comenzó a agravarse a partir de las 20 horas de aquel 20 de Octubre de 1982. Las policías locales habían pedido a los vecinos que subieran a sus viviendas o buscaran lugares altos a los que trasladarse. El miedo se extendía al tiempo que el agua entraba con fuerza en las calles subiendo de nivel sin pausa. "Aquello era nuevo, no lo conocíamos, de repente nos pusimos a subir cosas al primer piso, vivíamos en una casa y el agua entraba ya en la planta baja con fuerza", señalan José Antonio y Rosana Fernández, que en aquel día eran solo unos niños.

Portada de La vanguardia dedicada entera a las inundaciones de 1982

Nela Plà era una adolescente en esas fechas y hoy es profesora de un Colegio Público en Alzira. Sus recuerdos son contundentes: "llovía pero yo cogí mi vespino y me fui a ver el río, una costumbre muy arraigada a Alzira. Recuerdo que vi una explosión que me dejó de piedra, era la subestación de Alzira de la hidroeléctrica. El miedo recorrió todo mi cuerpo y me fui hacia casa".

"En mi barrio ya no había luz, ni en la calle ni en las casas; los coches pasaban hacia arriba buscando zonas más altas, yo vivía en la calle Virgen el Arrayán (Barrio de Venecia) zona de salida para estas ocasiones. Yo estaba fuera gritando y gritando, ninguna persona me abría la puerta. De repente el agua empezó a hacerse marrón y por suerte mi madre salió al balcón. Entré la moto y subí hacía arriba, deprisa... El agua ya empezaba a entrar por la puerta de bajo de la finca".

Las noticias eran confusas. La emisiones por radio no dejaban claro qué estaba sucediendo. Cuando se dijo que la presa de Tous se había roto, el agua ya alcanzaba varios metros de altura en algunas calles. Miquel Sifre lo recuerda: "Cuando dijeron que se había roto yo ya tenía toda la casa inundada y pensé que si venía más agua nos íbamos a ahogar todos en Alzira". Antes de la medianoche se produjo la explosión de la central eléctrica ubicada cerca de Alzira y toda la comarca se quedó a oscuras. El agua dejó de brotar, y el silencio más terrorífico se extendió por todas las calles. Fue el peor momento, recuerda Miquel, "porque la gente comenzó a pedir ayuda, a gritar, a llorar, eso te rompía los nervios".

Pepita Perucho y José Martínez de Alzira en su casa viendo la calle inundada con varios metros de altura

Nela recuerda que en ese momento "un vecino de la finca de atrás, que era radioaficionado,  gritó fuerte diciendo: “¡la presa se ha roto!, los de los primeros pisos, subid hacia arriba que quizás también llega el agua". En la radio lo desmentían. "Esto no es posible. Si esto pasara pueblos como Alzira y otros, desaparecerían" se decía. "Pero el agua no paraba de subir, color rojo terroso. En mi casa no se podía estar abajo, era un almacén y el agua hacía un ruido que espeluznaba". "Desde casa se podían escuchar los gritos de auxilio que hacían algunas personas de la barriada de Ana Sanchis, que se habían quedado en casa pensando que no sería para tanto. Las sacaron, por la ventana de la parte de arriba de la casa con agua en el cuello, en una barquilla...", concluye. 

Rosana y José Antonio frente a su calle inundada en Alzira

Rosana y Jose Antonio en la actualidad en la misma calle que se inundó

El matrimonio Pepita Perucho y José Martínez aún sienten el miedo de aquellas horas. "Corriendo fui a comprar cirios y llevar a los suegros y decirles que no bajaran del piso. Estábamos muy nerviosos", comenta Pepita. "Llegó mi marido a casa y corriendo subimos a la montaña. Allí nos íbamos a juntar muchas familias del vecindario. Mi hermano acogió muchas familias que no tenían donde ir en el Racó de las Vinyes. Allí pasaban los días. Cuando bajamos a limpiar vino la Guardia Civil y nos dijo que cerrásemos todo porque había un depósito de gas y podría explotar. Subimos sucios de barro al respiradero porque no tuvimos tiempo de cambiarnos".

La noche era húmeda, oscura, pero hubo un momento en el que el agua dejó de subir, sin que ninguna autoridad pública explicara por qué. Pasaron las horas y al hacerse de día, las personas comprendieron la magnitud de la tragedia: toda la comarca estaba inundada con varios metros de altura, con camiones, coches, enseres, animales (caballos, vacas, entre otros) ahogados y arrastrados por las aguas. De inmediato, los bomberos y servicios de emergencia comenzaron a recorrer las calles con lanchas para repartir medicinas, víveres y recoger a las personas en peligro, muchas encaramadas a los techos de sus viviendas. Otras no tuvieron suerte, murieron en sus casas en las primeras horas.

Miembros del Ejército Español trabajando en Alzira para limpiar las calles del fango que quedó tras bajar el agua 

El agua tardó tres días en bajar, y sobre la calzada se había acumulado un fango de dos palmos de altura que era la mezcla del agua con todos los productos que había arrastrado, así como restos de animales muertos. Un agua enferma, putrefacta, insalubre. "Era un olor horrible, asqueroso, que se te metía en la nariz y te provocaba arcadas", comenta Xavier Casany. Alzira fue declarada en cuarentena, así como otras poblaciones, y fue el ejército el que se hizo cargo de repartir víveres y limpiar las calles. Un trabajo heroico que ayudó a descubrir cómo el agua había arruinado la vida de decenas de miles de valencianos.

"Tres días con agua sin poder salir de casa. Las barquillas repartían los que necesitábamos, sin luz y sin agua, despacio iban acabándose los alimentos y tuvimos que ir a hacer cola para recoger víveres. Recuerdo que yo iba con unas botas de un vecino, cuatro números más grandes que mi pie. Qué tristeza al ver que cuando se fue lentamente el agua quedó el barro por todas partes".

Tres días después bajó el agua, y los vecinos se dedicaron a fondo a limpiar las viviendas y las calles'

La sentencia del llamado caso Tous, de Octubre de 1990, consideraba probado que la rotura de la presa pudo haberse evitado si se hubieran abierto correctamente las compuertas de su sistema de desagüe. El tribunal imputaba a los dos ingenieros, condenados a un año de prisión, el delito de imprudencia temeraria por la omisión de sus deberes profesionales y declaraba la responsabilidad civil del Estado. Tras varios recursos, el Tribunal Supremo absolvía a los ingenieros, pero obligaba a pagar indemnizaciones.

Este próximo jueves se cumplirán 40 años de una tragedia que, a tenor de los testimonios, nunca podrá ser olvidada por aquellos que la vivieron. Durante años, miles de valencianos tuvieron que comenzar de cero con sus negocios, con sus vidas. Los seguros pagaron a aquellos que los tenían, pero otros muchos vieron su vida arruinada para siempre. Lo curioso es que todos los consultados dicen que nunca olvidarán el olor de aquel fango que quedó tras bajar el agua. Es el olor de la destrucción. Aún hoy Pepita Perucho muestra los trozos de fango que guardó para nunca olvidar lo sucedido: uno pertenece a la pantanà del 20 de Octubre de 1982, el otro a la terrible riada de 1987, pero esa es otra historia. 

Trozo de fango de la pantanà de 1982 y de la riada de 1987

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